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martes, 12 de marzo de 2013

FUMADORA

 FUMADORA

Encendí un cigarro y miré al frente. No se me ocurrió otra cosa que acabar con él. Puse un pie delante del otro, o al lado del otro. Empecé a insultarlo, a insultarme por haberlo cobijado, por rendirme al paredón de la ausencia.
Uno aprende a convivir con una soledad de tercio, a deconstruir emociones. A veces las licua, otras las cuaja.
Llegué al parking y al pagar el ticket de salida, me autoengullí.
Me equivocaba en esa empatía que me conducía a vivir la bitácora ajena. Desde luego, había que acabar con él.
Nunca he tenido instintos asesinos pero en una situación de supervivencia era él o yo. Aprendo a priorizar.
Como patafísica del reino de Mefistófeles, albergaba el dominio del fuego. Hacer "correr" las cenizas; "polvo" al "polvo". Eso sí y después: FIN.
Era un bello final, apocalíptico y visceral. Al fin y al cabo: "carpe diem". Se acabó el amor.     

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